La pedagogía
La pedagogía (del
griego παιδίον paidíon “niño”
y ἀγωγός agōgós “guía,
conductor”) es la ciencia que tiene como objeto de estudio la educación con la intención de organizarla para cumplir con
determinados fines, establecidos a partir de lo que es deseable para una
sociedad, es decir, el tipo de ciudadano que se quiere formar. Pertenece al
campo de las Ciencias Sociales y Humanas.
Desde
la antigua civilización sumeria existe constancia histórica de la valoración
que tenía la escuela como un lugar del que salimos con los ojos abiertos al
mundo. Siglos más tarde José Martí reconoce la esencia de la escuela como proporcionadora
de protección, ambiente cálido y oportunidades de aprendizaje e iluminación
intelectual. Sabater, en su obra “El valor de educar” (Editorial Ariel,
Barcelona,1997), se remonta a los griegos, en cuya historia se dieron distintos
modos de paideia (ideal educativo griego). Separa Sabater la educación
propiamente dicha, por un lado, y la instrucción, por otro. Hace la diferencia
entre la función del pedagogo y la del maestro. El pedagogo era un fámulo
(criado doméstico) que convivía con los niños, tenía la tarea de instruirles en
los valores de la ciudad, formar su carácter y velar por el desarrollo de su
integridad moral. El maestro, para ese entonces era un colaborador externo a la
familia que se encargaba de enseñar a los niños una serie de conocimientos instrumentales,
como lectura, escritura y aritmética. El
pedagogo era un educador, el maestro era un simple instructor. Los griegos
distinguían la vida activa, que era la que llevaban los ciudadanos libres en la
polis cuando se dedicaban a la legislación y al debate político, de la vida
productiva, propia de labriegos, artesanos y otros siervos. La educación
brindada por el pedagogo era imprescindible para destacar en la primera,
mientras que las instrucciones del maestro se orientaban más bien a facilitar o
dirigir la segunda. De la historia del nombre y la profesión del pedagogo se
sabe que páis era para los griegos el niño y paidagogós, el niñero, cuya
función principal era conducir y acompañar al niño a la escuela. El pedagogo le
entregaba el niño al maestro. Con el tiempo se refinaron los gustos y las
demandas de los ciudadanos y en el mercado fue subiendo cada vez más la
cotización de los esclavos destinados al cuidado y acompañamiento de los niños,
cada vez se les encomendaban más funciones relacionadas con la educación
integral, hasta convertirlos en preceptores; de esta manera, la palabra
pedagogo adquirió un significado más amplio. Sin embargo no se fundió, ni se
confundió nunca, su función (de educador) con la del maestro (instructor en
disciplinas concretas). Si la condición de pedagogo despertó desde entonces los
celos del maestro, siendo que era sólo un esclavo, mucho mayores fueron éstos
cuando el pedagogo se convirtió en el superior jerárquico del maestro. Fue la
Iglesia la que dio la oportunidad al maestro de convertirse en pedagogo, cuando
entra en el sector de la enseñanza con las escuelas catedralicias, asumiendo
además de la instrucción, la educación, la formación en un determinado
espíritu. En la edad moderna las órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza
retomaron la acción pedagógica con una visión más moderna y fueron imitadas por
los estados ante la evidencia de los resultados de dar preferencia a la
educación, a la formación, a los valores. Hoy los estados asumen la formación
del niño en función de la clase de ciudadano que se considera útil para el
contexto actual. Sin embargo, a veces este modelo de ciudadano responde más a
las necesidades de las clases dominantes.
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